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lunedì 17 gennaio 2022

Colombia: década de los 80-90; como los lideres campesinos veían el surgir de un pensamiento feminista en sus organizaciones


 

María Fernanda Sañudo Pazos. 2015. Representaciones de género y acceso a la propiedad de la tierra en Colombia – Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid 

 

[…] Al respecto Villarreal (2004) reconoce cómo los líderes de las organizaciones, quienes en su mayoría eran hombres, argumentaban de mil maneras las razones porque las mujeres no debían tener una organización propia. Los argumentos transitaban entre lo político, lo social y lo cultural.

 

En cuanto al primero se decía que la lucha particular de las mujeres difuminaría la lucha del campesinado como clase. Bajo esta razón se consideraba que las necesidades de tierra de ellas, era una cuestión que debía supeditarse a las necesidades generales de este sector. 

 

En cuanto a lo social, se argumentaba que los procesos organizativos particulares conllevarían a la crisis de las familias y de los valores tradicionales, pues ellas al contar con mayor poder, ya no se ocuparían de las familias y de sus maridos. 

 

En relación al cultural, se argüía que las mujeres, por razones biológicas estaban hechas para cuidar de las familias, para no tomar decisiones y para estar en los hogares, considerándose que este era el lugar que les correspondía. Lo anterior es corroborado por los siguientes testimonios de algunas de las entrevistadas: 

 

“Las mujeres a la cocina, nos decían los hombres de la ANUC, en la reunión del Guamo. Ellos no creían que nosotras podíamos tener la capacidad de liderar cambios. Pensaban también que si se nos daba tierra, pues nosotras íbamos a dejarlos y los hogares iban a entrar en crisis. Además que si estábamos en la política íbamos a descuidar nuestros hogares y de más. Fue complicado todo este asunto”. (Entrevista a lideresa ANMUCIC. Bogotá, noviembre 2013). 

 

“Yo veía en la reunión del Guamo, el boicoteo del que fueron sujeto las mujeres. Pero no solo era por parte de los hombres, era de las mismas mujeres de las organizaciones mixtas, que hablaban desde la perspectiva familiar. Me acuerdo tanto que les decían que si se iban a ser feministas que mejor se buscaran otro lugar donde vivir, porque ellos no querían vivir con ese tipo de mujeres. Les daban muy duro, la sanción social era muy fuerte. Pero ellas fueron muy fuertes y siguieron aun cuando esto a algunas les costó su matrimonio”. (Entrevista ex funcionaria IICA. Bogotá, noviembre de 2013). 

 

De acuerdo con lo dicho es de entrever que los dirigentes y miembros de las organizaciones campesinas no quisieron, en este momento específico, legitimar los procesos organizativos de las campesinas, no solo porque encarnaban percepciones sobre ellas, basadas en ideologías de género, sino también porque consideraban que dicho proceso podía ser una afrenta contra sus intereses como dirigentes y también como género. 

 

La creación de una organización de mujeres rurales (ANMUCIC), causó gran recelo al 

interior del movimiento campesino. Al respecto Villarreal (2004, p. 253) refiere: 

El intento de una organización autónoma fue controvertido desde su iniciación y paralizada por la crítica del resto de organizaciones campesinas, masculinas en su dirección pero mixtas en su composición, con el argumento, secundado por los funcionarios del gobierno, que debilitaría al movimiento campesino y provocaría rupturas familiares. 

 

Tras procesos de reflexión conjunta entre las líderes y las bases, se tomó conciencia que no todas las mujeres, enfrentaban las mismas problemáticas. De acuerdo con lo anterior, no solo por su pertenencia a una minoría étnica o a una región concreta, tenían discrepancias frente a los intereses que perseguían, sino también por el tipo de posición que tenían en la estructura de la tenencia de la tierra. 

 

Algunas con un acceso marginal o nulo y otras propietarias por herencia o porque habían logrado adquirir por su cuenta algunas parcelas, entraban en pugna por el tipo de reivindicaciones que debían sostener. Este aspecto debió ser sorteado sí se quería avanzar en el posicionamiento de sus demandas como mujeres en la agenda política. Este aspecto es referido por una de las entrevistadas: 

 

“Difícil, difícil, nos pasó lo mismo que en la ANUC línea Sincelejo. A la organización entraban mujeres de muchas zonas del país y como tú sabes el país es bien complejo y no es lo mismo una mujer campesina de Nariño que una de Tumaco, estando en el mismo departamento. Una era agricultora y la otra pescadora. Más encima estaba que en unas zonas el machismo era de una manera y en otras de otra. Y, con la tierra peor, pa las campesinas era una cosa la tierra, una necesidad, para las indígenas también pero estas hablaban desde lo colectivo. Comenzar a construir desde esto tan diverso, no fue fácil. Súmale que los hombres no nos veían con credibilidad. Así fueron los primeros años de la ANMUCIC”. (Entrevista a lideresa ANMUCIC. Bogotá, octubre 2013). 

Pero sí bien las mujeres de la organización contaban con el apoyo estatal para avanzar en su fortalecimiento, este proceso se veía obstaculizado por la reacción de sus pares varones, líderes de las organizaciones mixtas. En concreto a nivel de la ANUC se establecía que particularizar el acceso a la tierra por el género y lo étnico, diluía la lucha del campesinado como una lucha de clase. 

 

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