Visualizzazioni totali

mercoledì 31 agosto 2022

Addio caro Patrizio


Les souvenirs font ce que nous sommes, nous donnent une raison de vivre (I ricordi fanno di noi ciò che siamo, ci danno una ragione per vivere), ecco la frase che stavo leggendo quando Mario mi ha telefonato per raccontarmi la tua decisione di andartene.

 

Io ho, anzi avevo, dei ricordi vivi con te, di discussioni anche accese, sia in Bolivia che una volta qui a casa. Discussioni profonde, perché eri uno dei pochi colleghi FAO che capiva la ricerca che stavamo portando avanti per andare oltre la solita retorica dei progetti partecipativi. Forse proprio perché non eri un “funzionario”, ma un consulente esterno, e forse perché venivi da scienze lontane da quelle che si pretendono praticare alle Terme di Caracalla, antropologo di terreno e di testa, ecco forse per queste ragioni mi sentivo così in sintonia con te.

 

Non abbiamo mai avuto tempo, e forse nemmeno voglia, di andare oltre nelle nostre esplorazioni personali, come se il nostro mondo, i nostri segreti, fossero nostri e non condivisibili. Ricordo ancora quanto duro fu per te assorbire il colpo della morte di Moreno, un antropologo di terreno, come te, forse convinto che i mali di questa terra non potessero raggiungerlo. Ma fu la malaria, quella encefalica, che se lo portò via e, credo, si portò via anche una parte di te.

 

Erano anni che non ci sentivamo, tutti e due abbiamo preso altre strade, anche se, senza saperlo, parallele, cioè la scrittura, il voler raccontare tramite una qualche forma di romanzo, cose viste, espressioni ricordate, sensazioni ed esperienze che volevamo trasmettere a chi verrà dopo.

 

Ricordi, tanti, belli e brutti. Amici e persone care che se ne vanno, per malattia o per incidente e sempre una parte di noi se ne va con loro. Ma questa tua scelta è difficile da mandar giù. Non si racconta, perché la profondità della tua sofferenza doveva essere realmente immensa e devastante.

 

Si dice spesso che, quando una persona cara se ne va, resterà per sempre nel nostro cuore. Ecco, nel caso tuo, non voglio pensare a come hai deciso di finirla, preferisco portarmi dietro i ricordi comuni nostri. 


Nel mio cuore eri e resterai, caro Patrizio.

2022 L46: Franck Thilliez - La mémoire fantôme



Pocket 2008

Quatre minutes. C'est le temps d'un souvenir pour Manon. Après, tout s'efface.
Dans ces conditions, pas facile pour Lucie Hennebelle, lieutenant à la brigade criminelle de Lille, de trouver par qui la jeune femme vient d'être agressée. Et de comprendre la signification des mots gravés au creux de sa paume : "Pr de retour".
Lucie le pressent, la clé de cette affaire jamais résolue réside dans la mémoire fragmentée de Manon. Une mémoire à laquelle plus personne n'a accès…

==

Il seguito del precedente, ma così complicato che arrivi alla fine sperando di aver capito qualcosa... insomma forse ha voluto esagerare un po' ...

2022 L45: Franck Thilliez - La chambre des morts



Pocket 2006

Imaginez...
Vous roulez en pleine nuit avec votre meilleur ami, tous feux éteints.
Devant vous, un champ d'éoliennes désert.
Soudain le choc, d'une violence inouïe. Un corps gît près de votre véhicule. À ses côtés, un sac de sport. Dedans, deux millions d'euros.
Que feriez-vous ?
Vigo et Sylvain, eux, ont choisi.

==

Ottima lettura da bordo piscina, come al solito con Thilliez!

sabato 27 agosto 2022

Por un mañana diferente y mejor


En mi vida, tanto personal como profesional, me he encontrado con personas brillantes, genuinamente interesadas en comprender mejor el mundo en el que vivimos y, hasta cierto punto, en actuar para intentar cambiarlo.

Desde mi primera experiencia en Nicaragua, allá por 1983, conocí a filósofos, analistas políticos y jóvenes periodistas especialistas en lo que parecía ser una revolución diferente a las conocidas hasta entonces, más humana y menos ideológica. En los años siguientes, fui a estudiar con un verdadero maestro, con el que aprendí muchas cosas sobre cómo mirar este sistema mundial desde nuestros temas agrarios. No estaba solo en esa escuela, también tenía un colega, más cercano a nosotros en años, que parecía un volcán de energía, canalizándola también principalmente hacia la comprensión de la lógica del mundo agrario, desde una perspectiva histórica y agroeconómica.

De ahí pasé a trabajar en una organización internacional, sobre todo en su centro de desarrollo dedicado a temas y países del Sur. Tuve la suerte de que me guiaran un par de personas diferentes, menos prima donnas y más reflexivas. Quizás personas más modestas a las que sólo aprendí a valorar más y más con el tiempo. Allí también encontré un círculo de superespecialistas que, cada uno en su área específica, pensaban que estaban haciendo una contribución única a la cuestión nunca explicada del "desarrollo". Por aquel entonces todavía no había leído a Arturo Escobar, así que yo también me lancé al camino de este desarrollo fantasma, sin pensar demasiado en lo que significaba y sobre todo para quién.

Cuando más tarde empecé a trabajar en la FAO, se multiplicaron las reuniones de este tipo. Jefes de servicio y directores que se tomaban a sí mismos por especialistas únicos y mostraban cero interés por los que estaban por debajo de ellos. El único caso en el que esto no ocurrió fue con un jefe de servicio brasileño, la persona que me sirvió de modelo cuando, muchos años después, empecé a pensar en la cuestión territorial y en cómo la figura del experto debía cambiar para convertirse en la de un facilitador del diálogo.

El hilo conductor de mis años en la FAO se encuentra en esta doble búsqueda, por un lado de herramientas que nos permitan entender mejor lo que ocurre en el mundo agrario, a partir de ahí pensar en mejorar los enfoques que nos permitan intervenir en estas complejidades de forma más correcta y, por otro lado, buscar continuamente personas con las que hacer equipo. Aliados tanto de carácter político como compañeros con los que crecer juntos para pensar y actuar juntos.

Fue entonces cuando una de estas personas me puso el apodo de "Nokia", la marca de teléfonos finlandesa cuya publicidad en Italia era: Conectar a la gente. Allí, buscaba a la gente y trataba de conectarla.

Algo quedó detrás de mí y a mi lado, pero el deseo de perseverar en este camino no ha hecho más que aumentar con los años, incluso después de dejar la FAO. La búsqueda se extendió entonces a organizaciones y personas ajenas a esa organización, tanto en Italia como en el extranjero. 

Se establecieron contactos con asociaciones progresistas, con dirigentes de organizaciones de agricultores y, más recientemente, con el mundo católico, tanto de abajo como de arriba. 

Los resultados han sido decepcionantes. No por falta de individualidad de primer orden, sino por el mismo defecto que encontré desde los primeros días de mi vida profesional: el individualismo.

Tal vez fuera el peso de haber crecido, si no incluso nacido, dentro de ese mundo diseñado y controlado por el modelo neoliberal tan impregnado de individualismo y desinterés por los demás, o tal vez porque la naturaleza humana es así. Convertirse en un especialista en un tema concreto puede desencadenar el impulso de seguir por ese camino y, en algún momento, creer que es nuestra inteligencia la que basta para provocar el cambio.

No voy a citar ningún nombre en particular, podría haber muchos ejemplos que todos encontramos a nuestro alrededor. Pienso en las personas con las que me he cruzado en mi vida, sus discursos, sus ideas, brillantes, pero que en un momento dado requerían un esfuerzo de otra naturaleza. Había que entender, y la historia lo enseñaba a quienes querían entenderlo, que nunca habrá un cambio en la sociedad porque una persona, sola, tuviera una idea brillante. Entiendo que nos guste pensar que la India se independizó gracias a Gandhi solo, o que el fin del apartheid en Sudáfrica fue gracias a Nelson Mandela solo, o cosas similares, como que lo que hizo Alemania fue culpa de Hitler solo. Eso nunca fue así, siempre hubo condiciones históricas y políticas que favorecieron la aparición de una serie de personas que tomaron determinadas decisiones. Que luego sea más fácil ponerle una sola cara es porque vivimos con la idea del Héroe que, para bien o para mal, lo hace todo.

Debería ser obvio que no es así: basta con ver las pocas cosas que el Papa Francisco ha conseguido cambiar en la Curia Romana, a pesar de ser el único e indiscutible jefe de la Iglesia. El poder nunca se centra en una sola persona, y si realmente queremos cambiar algo, tenemos que empezar por la horizontalidad, es decir, buscar aliados y construir alianzas. Sin embargo, una vez más, como hemos dicho, escrito y demostrado sobre el terreno, el principal cambio empieza por nosotros mismos. Y en este sentido, cuanto mayor sea nuestra capacidad intelectual, mayor será nuestra responsabilidad de ser los primeros en cambiar. Necesitamos modestia y humildad, así como perseverancia y capacidad de escucha.

Pero estas virtudes faltan cruelmente en la mayoría de los "líderes" intelectuales que nos rodean. Quién sabe si desde el lejano Chile esta nueva, joven y diferente generación en el poder nos demostrará que es posible construir juntos un futuro mejor, a pesar de los enormes desafíos que enfrentan. En cambio, cuando miramos en nuestra casa, en Italia, en Francia, en Europa, nos encontramos con tantos (hombres) que se erigen en campeones de saberlo todo, y cuya distancia del mundo real no sólo es tremenda, sino que va en aumento. No me refiero sólo a la incapacidad histórica de comprender el mundo de las mujeres, sino más generalmente a haber perdido la capacidad de interactuar con la gente común.

Que el mundo tiene que cambiar es evidente, pero si estas personas que hablan de boquilla de cambiar la sociedad, sólo se encierran en sus propias especialidades y no se interesan por los demás, pues es inútil quedarse aquí y esperar. 

Per un domani diverso e migliore

 

Nella mia vita, personale e professionale, mi è capitato di incontrare persone brillanti, genuinamente interessate a capire meglio il mondo in cui viviamo e, fino a un certo punto, agire per provare a cambiarlo.

 

Fin dalla prima esperienza in Nicaragua, nel lontanissimo 1983, conobbi filosofi, analisti politici e giovani giornalisti specialisti di quella che sembrava una rivoluzione diversa da quelle conosciute fino ad allora, più umana e meno ideologica. Negli anni seguenti andai a studiare con un vero maestro, con cui imparai tante cose su come guardare questo sistema mondo a partire dai nostri temi agrari. Non era solo in quella scuola, aveva anche un collega, più vicino a noi con gli anni, che sembrava un vulcano di energia, anche lui canalizzandola principalmente verso il capire le logiche del mondo agrario, da un’ottica storica e agro-economica.

 

Da lì proseguii entrando a lavorare in una organizzazione internazionale, in particolare nel suo centro di sviluppo dedicato ai temi e paesi del Sud. Ebbi la fortuna di essere guidato da un paio di persone diverse dal solito, meno prime donne e più stimolatori di riflessioni. Persone forse più modeste che solo col tempo ho imparato a valorizzare in maniera crescente. Anche lì trovai un giro di super specialisti che, ciascuno nella sua area specifica, pensava di portare un contributo unico alla questione mai chiarita dello “sviluppo”. All’epoca non avevo ancora letto Arturo Escobar, per cui anch’io mi buttai sulla strada di questo fantomatico sviluppo, senza pensarci troppo a cosa significasse e soprattutto per chi.

 

Quando poi iniziai a lavorare alla FAO, gli incontri di questo tipo si moltiplicarono. Capi servizio e direttori che si prendevano per degli specialisti unici al mondo e che mostravano un interesse pari a zero verso chi stava sotto di loro. L’unico caso in cui questo non avvenne fu con un capo servizio brasiliano, la persona che mi servì di modello quando, tanti anni dopo, cominciai a pensare alla questione territoriale e come la figura dell’esperto dovesse cambiare per diventare quella di un facilitatore di dialogo.

 

Il filo comune dei miei anni in FAO lo si può trovare in questa duplice ricerca, da un lato verso strumenti che permettessero di capire meglio quanto succedeva nel mondo agrario, da lì pensare a migliorare approcci che permettessero di intervenire in queste complessità in maniera più corretta e, dall’altro lato, cercare continuamente delle persone con cui fare squadra. Alleati sia di tipo politico, sia compagni e compagne di strada con cui crescere assieme per pensare e agire assieme.

 

Fu in quel periodo che una di queste persone mi dette il nomignolo di “Nokia”, la marca finlandese di telefoni la cui pubblicità in Italia era: Connecting people. Ecco, io cercavo le persone e poi provavo a connetterle.

 

Qualcosa è rimasto dietro di me e al mio fianco, ma la voglia di perseverare su questa strada non ha fatto altro che aumentare negli anni, anche dopo che lasciai la FAO. La ricerca si estese quindi a organizzazioni e persone fuori da quella organizzazione, sia in Italia che all’estero.

 

Contatti con associazioni progressiste, con leader di organizzazioni contadine e, più recentemente, col mondo cattolico, sia in basso che in alto. 

 

I risultati sono stati deludenti. Non per mancanza di individualità di primordine, ma per lo stesso difetto incontrato fin dai primi giorni della mia vita professionale: l’individualismo.

 

Forse è stato il peso di essere cresciuti, se non addirittura nati, all’interno di quel mondo disegnato e controllato dal modello neoliberale così intrido di individualismo e di mancanza di interesse per gli altri, o forse perché è la natura umana ad essere così. Diventare uno/a specialista in una tematica particolare può scatenare una voglia di continuare ad andare avanti su quella strada, e a un certo punto credere che sia la nostra intelligenza ad essere la guida sufficiente per provocare un cambiamento.

 

Non faccio nomi particolari, tanti potrebbero essere gli esempi che noi tutti troviamo attorno a noi. Io penso alle persone incrociate nella mia vita, i loro discorsi, le loro idee, brillanti, ma che a un certo punto richiedevano uno sforzo di natura diversa. Bisognava capire, e questo la storia lo ha insegnato a chi voleva capirla, che non ci sarà mai un cambio di società perché una persona, da sola, ha avuto una idea brillante. Capisco che a noi piaccia pensare che l’India si sia resa indipendente grazie al solo Gandhi, oppure che la fine dell’apartheid in Sudafrica sia stato grazie solo a Nelson Mandela o cose simili, tipo che quello che la Germania ha combinato sia stata la colpa del solo Hitler. Non è mai andata così, sempre ci sono state condizioni storiche e politiche che hanno favorito l’emergere di una quantità di persone che hanno preso certe decisioni. Che poi sia più facile metterci una faccia unica, è perché viviamo con l’idea dell’Eroe che, nel bene o nel male, fa tutto lui.

 

Dovrebbe essere evidente che non è così: basti vedere le poche cose che papa Francesco è riuscito a cambiare nella Curia romana, malgrado il fatto di essere il capo unico e indiscusso della Chiesa. Il potere non è mai centrato in una sola persona e se realmente vogliamo cambiare qualcosa, allora bisogna partire dall’orizzontalità, cioè il cercare alleati e costruire alleanze. Ancora una volta però, così come lo abbiamo detto, scritto e mostrato sul terreno, il cambio principale parte da noi stessi. E in questo senso, maggiori capacità intellettuali abbiamo, maggiori responsabilità abbiamo per essere i primi a cambiare. Serve modestia e umiltà, oltreché perseveranza e capacità di ascolto.

 

Ma queste virtù mancano in maniera crudele nella gran parte dei “leader” intellettuali che ci circondano. Chissà se dal lontano Cile questa nuova generazione al potere, giovane e diversa, ci mostrerà che è possibile costruire assieme un futuro migliore, malgrado le enormi sfide che hanno davanti. Quando invece guardiamo attorno a casa nostra, Italia, Francia, Europa, troviamo tanti (uomini) che si ergono a paladini del sapere tutto, e la cui distanza dal mondo reale è non solo tremenda, ma crescente. Non parlo solo dell’incapacità storica di capire il mondo femminile, ma più in generale l’aver perso per strada la capacità di interagire con la gente comune.

 

Che il mondo abbia bisogno di cambiare è evidente, ma se non cambiano queste persone che a parole si interessano al cambio di società, per poi rinchiudersi nelle loro specialità e che non si interessano alle altre persone, bene in quel caso è inutile star qui a sperare. 

 

venerdì 26 agosto 2022

2022 L44: Barbara Baraldi - Cambiare le ossa

 

Giunti, 2022

Torino, 1988. Tito Ferretti ha solo quattro anni quando assiste all’omicidio di sua madre e del suo amante: è opera del “mostro”, il serial killer che sta terrorizzando la città e che sarà catturato, dopo un’indagine serrata, dal sostituto procuratore Francesco Scalviati. Sono passati 34 anni da allora. Il ricordo di quei fatti è lontano, ma il rinvenimento di un cadavere sfigurato sembra improvvisamente riaprire l’incubo: è Tito Ferretti. L’hanno massacrato con un antico spaccaossa, terza vittima di un assassino che agisce secondo una precisa, feroce dinamica. C’è un collegamento con il mostro, e quale? Il commissario Damiano Provera sa che solo una persona può venirne a capo: Aurora Scalviati, figlia del magistrato che negli anni Ottanta seguì il caso del mostro, venuta al mondo la stessa notte in cui le mani del padre si macchiarono di sangue. Capace, soprattutto, di scorgere le connessioni che nessun altro vede, e farne materia per identificare il killer. Aurora realizza subito che, anche se non sembrano avere nulla in comune, le vittime sono state scelte in base a un disegno preciso. E viene attratta da due indizi inquietanti: delle inspiegabili incisioni sulle ossa di Ferretti e un libro misterioso sulle connessioni fra teoria quantistica e fede. Mentre cerca di decifrare l’enigma arriva un’altra notizia sconvolgente: Giorgia, una ragazzina di dodici anni, è appena stata rapita… È l’inizio di un viaggio allucinante dove Aurora dovrà ricostruire un meccanismo perfetto e spietato, confrontarsi con la potenza della mente umana e capire, una volta di più, che il passato è l’unica chiave per penetrare il presente. E l’unica possibilità di redimersi. 

=

Mi è molto piaciuto e penso sia candidato alla Top!

sabato 20 agosto 2022

Questi inutili appelli ad unire le forze contro la possibile “valanga nera”


Esagerando un po’, verrebbe da dire che quasi non passa giorno senza un nuovo appello lanciato da volonterose persone del campo “progressista”, dirette in primis al capo del PD, in quanto forza maggioritaria, per promuovere una ammucchiata generale contro i futuri vincitori delle elezioni.

 

Il tono di questi appelli fa pensare che chi lo scriva abbia un livello educativo alto, raffinato e infatti i promotori sono, molto spesso, persone di quel mondo che i francesi hanno chiamato i Bo-Bo, Borghesi-Bohemiens (che è già meglio della gauche-caviar, la sinistra al caviale, dei tempi di Mitterand), dipinti molto bene nel film di Paolo Virzì, Caterina va in città. 

 

Frasi ben costruite dirette a un pubblico sbagliato, dato che non lo conoscono perché non lo frequentano, e soprattutto testi che veicolano una tesi sbagliata nella proposta centrale: cercare di mettere assieme un branco di maschi alfa, da Renzi a Calenda, passando per Conte, Fratoianni, Bonelli e Letta che, nelle loro storie, hanno sempre dimostrato che la loro stella polare era la propria carriera personale declinata al maschile. Difficile trovare qualcosa, al di là delle solite promesse elettorali, che distingui questi “leader” da quelli della destra leghista e fascista che ci troviamo davanti, non c’è nulla nella loro storia che porti a pensare che l’altro sia mai stato al centro dei loro pensieri. Scrivo l’altro e non l’altra perché sono maschi, e pensano solo a una metà del mondo, quelli fatti come loro che cercano di attirare al suono di promesse così vuote che una normale persona che viva in Italia, che cerchi un lavoro, una scuola, un servizio pubblico qualsiasi, sa benissimo che sono parole vuote.

 

Abbiamo una (parte di) classe politica che si autodefinisce progressista, mentendo a sé stessa e a noi tutti che, per il bene di tutti, dovrebbe lasciare liberi i posti che occupano, nel parlamento, nelle regioni, province e comuni ma anche nei posti di comando che si sono spartiti da sempre in nome di un ideale di progresso. Ma anche mandandoli via tutti non sarebbe sufficiente. Il problema è legato anche al brodo primordiale che li coltiva, quel mondo intellettuale nato dal basso nella società e che pian piano, con gli anni del boom e le proprie capacità, è diventato un mondo agiato, autoreferenziale, scollato dalla realtà quotidiana e che si professa “progressista” in nome dei ricordi di quando erano giovani.

 

Non è un fenomeno solo nostrano, ioli ho osservati per vari decenni nei paesi dove ho lavorato, occupandomi non di fare la carità, ma cercando di portare avanti istanze di diritti al bene essenziale per una maggioranza della popolazione mondiale: la terra. Il disinteresse attorno a queste persone e a queste lotte è sempre stato molto comune, trattandosi di gente spesso analfabeta, che vive in campagne sperdute e lontane dalle luci della ribalta e che non hanno, come i Masai in Kenya, dei monili da offrire ai turisti occidentali in cerca di emozioni a buon mercato.

 

Ma li ho osservati anche dalle mie parti, dove vivo adesso: frequentando bar, pizzerie e luoghi dove non trovi l’intellettuale progressista, ma la gente comune, quella che, sprezzantemente, veniva chiamata la “ggente”. 

 

Sono stati lasciati affogare in un analfabetismo di ritorno, di cui si parlava nel mio Veneto natale oltre 30 anni fa, senza che la “sinistra”, al governo per decenni con queste ammucchiate che si vorrebbe ripetere ora, sia mai stata in grado di frenare o di opporre un racconto e delle azioni diverse. Abbandonando a sé stessa questa quantità crescente di italiani, in una povertà che aumentava, come indicavano tutti gli indicatori economici, abbiamo lasciato che la paura dell’altro si installasse anche da loro, per cui sono diventati facili prede di una destra leghista e razzista. Io vivo in un paese che nella sua storia ha lottato per decenni contro i latifondisti, organizzando occupazioni di terre con tutta la popolazione in marcia, dietro il proprio sindaco. Questa “ggente” oggi vota la Meloni, Salvini e persino Casapound: memoria storica zero. Ma dov’erano i “progressisti” in questi decenni? Voi mi chiederete dov’ero io, bene, nel mio piccolo io ho messo in immagini queste storie, quasi una decina di documentari dove sono loro a raccontare, nella loro lingua, sperando che questo seme germogliasse e desse spunto ai vari “sinistrorsi” di prendere la palla al balzo e ritornare a conoscere, frequentare, capire chi fossero i loro cittadini. 

 

Nada de nada.

 

Adesso quindi è la giusta nemesi: abbandonati da tutta la classe “progressista”, oramai considerata una classe agiata, non più composta da operai, da precari, ma da una classe media-alta che spera con questi toni da professori di convincere i dropout ad andare a votare, gli abbandonati o non ci vanno a votare o comunque non voteranno mai per questi qua. Votare a destra gli viene più naturale, perché li sentono vicini, li ascoltano e gli promettono risposte alle paure profonde, la paura dell’altro, e quello di farsi gli affari suoi. La destra propone un modello individualista, figlio di quel neoliberalismo arrivato come un tornado negli anni 80, e al quale le sinistre mondiali non sono mai riuscite a contrapporre nulla. 

 

Oramai è tardi e soprattutto è inutile lanciare questi messaggi: è questo mondo di progressisti Bo-Bo, chi al potere e chi altrove, che deve lasciar libero il posto a una nuova generazione che faccia esattamente il contrario di quello che questi partiti di sinistra hanno fatto. Bisogna pensare il mondo intero, al di là dei propri confini e andare verso quello che conosciamo meno. Sarà un percorso lungo, ma senza un momento di rottura come saranno queste elezioni, non lo inizieremo mai.

 

 

domenica 14 agosto 2022

Lenin, Stalin, the war against the peasants and the accounts never made by the left

Hans Georg Lehman, in his very interesting essay "The Debate on the Agrarian Question in German and International Social Democracy: from Marxism to Revisionism and Bolshevism," translated and published in Italy by Feltrinelli in 1977, had already framed the problem of the historical and ideological misunderstanding of social-communist thinkers with respect to peasant (in this case European) realities. The basis of this misunderstanding then became the foundation of an open war that was declared by the Bolshevik power as soon as it took power in Russia. 

A war that, as Andrea Graziosi explains in "The Great Peasant War in the USSR - 1918-1933," went on for decades, centered on the idea that it had to eliminate what we would call the small family farmers, or direct cultivators (in Italy) in order to create an a-historical collective system, which then failed miserably.

I quote what Graziosi writes: "The Bolshevik leaders then spoke openly about starvation as a means of imparting a Pavlovian lesson to the peasants: those who do not accept collectivization (which the peasants called the 'second serfdom') and do not work on the collective fields do not eat."

The war waged by the Bolsheviks against the peasants in the country's large agricultural regions cost something like 7-8 million dead (a figure by default). Thanks to the Bolsheviks, cannibalism became a survival tactic until the 1930s, as reported in the reports of Italian embassies and consulates at that time, without any mention of it by any Western country, although aware of these disasters. 

Josuè de Castro, at that time, was studying the structural causes of starvation in northeastern Brazil, where peasants were dying like flies because of an agrarian system that wanted to enslave them to the desires of large landowners. His magnificent book, "The Geography of Hunger," came out in 1946, but without any mention of the genocide perpetuated by the Soviets against their peasants, since no one talked about it and no study was therefore undertaken.

Today we should think of an actualized version, to better frame the world peasant and agrarian question in the light of so much new knowledge, and analyze how it was possible for Bolshevik ideology to become the intellectual basis of world movements of landless peasants. 

In my nearly forty years (from my first trip to Nicaragua in 1983 to the present) of interest in these issues, I have never read a self-critical reflection by leftist parties and movements with respect to their ideological roots regarding the peasant issue. The manipulation still at work that leads one to want to believe that a better future in the world's countryside is possible in light of socialist and communist ideology continues its work, and to me this remains a mystery as to how it is possible to believe this nowadays.

Leftists almost everywhere have abandoned the lower classes in the global north, thinking that their political future was to be sought in the support of the middle classes. The peasant world, a world never understood by these leftists, has at times been beguiled by these sellers of smoke (see Lula's promises in Brazil for agrarian reform that never happened), but at the end of the day it remains left to its own devices. 

At this particular historical moment where, because of climate change induced by an urban-industrial development model against nature, more we should turn our gaze toward the countryside, rural areas, forests and ecosystems in general, we have no historically acceptable key to read understand and interpret who these actors (and actresses) are and what they do, whom we continue to define as backward, slow, good-for-nothings that we have to replace them with machines so as to create macro farms of thousands if not millions of hectares, highly mechanized and with cutting-edge technology, which we then see become, for the umpteenth time, part of the problem and not part of the solution.

We had hoped for decades, pressing the people we were talking and working with, that the self-described "progressive" parties and movements would do an internal soul-searching, a kind of "refresher" to understand what the peasant world was on which, whether we like it or not, we all depend for our daily eating.

Graziosi's book was very helpful in understanding how many skeletons there are in the closets of these forces, which perhaps helps to understand why they do not want to talk about it, preferring to continue their manipulative exercise that will never bear any real fruit to the world they say they want to help.




Lenin, Stalin, la guerra contra los campesinos y las cuentas que nunca hizo la izquierda

Hans Georg Lehman, en su interesantísimo ensayo "El debate sobre la cuestión agraria en la socialdemocracia alemana e internacional: del marxismo al revisionismo y al bolchevismo", traducido y publicado en Italia por Feltrinelli en 1977, ya había enmarcado el problema de la incomprensión histórica e ideológica de los pensadores socialcomunistas respecto a las realidades del campesinado (en este caso europeo). La base de este malentendido se convirtió entonces en el fundamento de una guerra abierta que fue declarada por el poder bolchevique tan pronto como tomó el poder en Rusia. 

Una guerra que, como explica Andrea Graziosi en "La gran guerra campesina en la URSS - 1918-1933", se prolongó durante décadas, centrada en la idea de tener que eliminar lo que llamaríamos los pequeños agricultores familiares, o cultivadores directos (en Italia) para crear un sistema colectivo a-histórico, que luego fracasó estrepitosamente.

Cito lo que escribe Graziosi: "Los dirigentes bolcheviques hablaban entonces abiertamente del hambre como medio de impartir una lección pavloviana a los campesinos: quien no acepta la colectivización (que los campesinos llamaban la "segunda servidumbre") y no trabaja en los campos colectivos, no come".

La guerra emprendida por los bolcheviques contra los campesinos de las grandes regiones agrícolas del país costó algo así como 7-8 millones de muertos (una cifra por defecto). Gracias a los bolcheviques, el canibalismo se convirtió en una táctica de supervivencia hasta los años 30, tal y como se recoge en los informes de las embajadas y consulados italianos de la época, sin que ningún país occidental lo mencionara, a pesar de estar al tanto de estos desastres. 

Josué de Castro estudiaba entonces las causas estructurales del hambre en el noreste de Brasil, donde los campesinos morían como moscas a causa de un sistema agrario que quería esclavizarlos a los deseos de los grandes terratenientes. Su magnífico libro, "La geografía del hambre", salió a la luz en 1946, pero sin ninguna mención al genocidio perpetuado por los soviéticos contra sus campesinos, ya que nadie habló de ello y, por tanto, no se realizó ningún estudio.

Hoy deberíamos pensar en una versión actualizada, para encuadrar mejor la cuestión campesina y agraria mundial, a la luz de las numerosas nuevas percepciones, y analizar cómo fue posible que la ideología bolchevique se convirtiera en la base intelectual de los movimientos mundiales de los campesinos sin tierra. 

En mis casi cuarenta años (desde mi primer viaje a Nicaragua en 1983 hasta el presente) de interés por estos temas, nunca he leído una reflexión autocrítica de los partidos y movimientos de izquierda respecto a sus raíces ideológicas sobre la cuestión campesina. La manipulación que sigue actuando para hacer creer que un futuro mejor en el campo mundial es posible a la luz de la ideología socialista y comunista continúa su trabajo y sigue siendo un misterio para mí cómo es posible creer esto hoy en día.

La izquierda ha abandonado a las clases más pobres del Norte en casi todas partes, pensando que su futuro político estaba en el apoyo de las clases medias. El mundo campesino, un mundo nunca comprendido por estos izquierdistas, se ha dejado seducir a veces por estos vendedores de humo (véanse las promesas de Lula en Brasil de una reforma agraria que nunca se hizo), pero al final queda abandonado a su suerte. 

En este momento histórico concreto en el que, debido al cambio climático inducido por un modelo de desarrollo urbano-industrial en contra de la naturaleza, debemos volver la mirada más hacia el campo, las zonas rurales, los bosques y los ecosistemas en general, no tenemos ninguna clave de lectura históricamente aceptable entender e interpretar quiénes son y qué hacen estos actores (y actrices), a los que seguimos definiendo como atrasados, lentos, inútiles, a los que hay que sustituir por máquinas para crear macrogranjas de miles o millones de hectáreas, altamente mecanizadas y con tecnología punta, que luego vemos cómo se convierten, por enésima vez, en parte del problema y no de la solución.

Llevábamos décadas esperando, instando a la gente con la que hablábamos y trabajábamos, que los partidos y movimientos autodenominados "progresistas" hicieran un examen de conciencia interno, una especie de "refresco" para entender lo que era el mundo agrícola del que, nos guste o no, todos dependemos para nuestra alimentación diaria.

El libro de Graziosi fue muy útil para entender cuántos esqueletos hay en los armarios de estas fuerzas, lo que tal vez ayude a entender por qué no quieren hablar de ello, prefiriendo continuar con su ejercicio de manipulación que nunca dará ningún fruto real al mundo que dicen querer ayudar.


Lenin, Stalin, la guerra contro i contadini e i conti mai fatti dalla sinistra


 Hans Georg Lehman, nel suo interessantissimo saggio “Il dibattito sulla questione agraria nella socialdemocrazia tedesca e internazionale: dal marxismo al revisionismo e al bolscevismo” tradotto e pubblicato in Italia da Feltrinelli nel 1977, aveva già inquadrato il problema dell’incomprensione storica e ideologica dei pensatori social-comunisti rispetto alle realtà contadine (in questo caso europee). Le basi di questa incomprensione divennero poi le fondamenta di una guerra aperta che venne dichiarata dal potere bolscevico non appena prese il potere in Russia. 

 

Una guerra che, come ci spiega Andrea Graziosi ne “La grande guerra contadina in URSS – 1918-1933”, si protrasse per decenni, incentrata sull’idea di dover eliminare quelli che noi chiameremmo i piccoli agricoltori famigliari, o coltivatori diretti (in Italia) per creare un sistema collettivo a-storico, che poi fallì miseramente.

 

Riporto quanto scrive Graziosi: “I leader bolscevichi parlarono allora apertamente della fame come di uno strumento per impartire ai contadini una lezione pavloviana: chi non accetta la collettivizzazione (che i contadini definivano la “seconda servitù”) e non lavora sui campi collettivi non mangia”.

 

La guerra condotta dai bolscevichi contro i contadini delle grandi regioni agricole del paese, è costata qualcosa come 7-8 milioni di morti (cifra per difetto). Grazie ai bolscevichi, il cannibalismo divenne una tattica di sopravvivenza fino agli anni 30, come riportato dai rapporti delle ambasciate e consolati italiani di quell’epoca, senza che nessun paese occidentale, pur al corrente di questi disastri, ne facesse menzione alcuna. 

 

Josuè de Castro, in quel periodo, stava studiando le cause strutturali della fame nel nordest del Brasile, dove i contadini morivano come mosche a causa di un sistema agrario che li voleva asservire ai desideri dei grandi proprietari. Il suo magnifico libro “La geografia della fame”, uscì nel 1946, ma senza nessun accenno al genocidio perpetuato dai sovietici nei confronti dei loro contadini, dato che nessuno ne parlava e nessun studio veniva quindi intrapreso.

 

Oggi dovremmo pensare a una versione attualizzata, per meglio inquadrare la questione contadina e agraria mondiale, alla luce delle tante nuove conoscenze, e analizzare come sia stato possibile per l’ideologia bolscevica diventare la base intellettuale di movimenti mondiali di contadini senza terra. 

 

Nei miei quasi quaranta anni (dal primo viaggio in Nicaragua nel 1983 ad oggi) di interesse per questi temi, non ho mai letto una riflessione autocritica da parte di partiti e movimenti di sinistra rispetto alle loro radici ideologiche riguardo al tema contadino. La manipolazione ancora all’opera che porta a voler far credere che un futuro migliore nelle campagne del mondo sia possibile alla luce dell’ideologia socialista e comunista, continua la sua opera e per me questo resta un mistero come sia possibile crederci al giorno d’oggi.

 

Le sinistre hanno abbandonato quasi dappertutto le classi meno abbienti nel nord del mondo, pensando che il loro futuro politico fosse da cercare nell’appoggio delle classi medie. Il mondo contadino, un mondo mai capito da queste sinistre, a volte si è fatto abbindolare da questi venditori di fumo (vedi le promesse di Lula in Brasile per una riforma agraria mai fatta), ma alla resa dei conti resta abbandonato a sé stesso. 

 

In questo particolare momento storico dove, per colpa del cambio climatico indotto da un modello di sviluppo urbano-industriale contro la natura, maggiormente dovremmo rivolgere il nostro sguardo verso le campagne, le aree rurali, i boschi e gli ecosistemi in generale, noi non abbiamo nessuna chiave di lettura storicamente accettabile per leggere, capire e interpretare chi sono e cosa fanno questi attori (e queste attrici) che continuiamo a definire come retrogradi, lenti, buoni a nulla da doverli sostituire con macchine così da creare delle macro aziende da migliaia se non milioni di ettari, altamente meccanizzate e con tecnologia d’avanguardia, che poi vediamo diventare, per l’ennesima volta, parte del problema e non della soluzione.

 

Abbiamo sperato per decenni, incalzando le persone con cui parlavamo e lavoravamo, che i partiti e movimenti autodefinitesi “progressisti”, facessero un esame di coscienza interno, una specie di “aggiornamento” per capire cosa fosse il mondo contadino dal quale, che ci piaccia o meno, tutti dipendiamo per il nostro mangiare quotidiano.

 

Il libro di Graziosi è stato molto utile per capire quanti siano gli scheletri negli armadi di queste forze, il che forse aiuta a capire perché non ne vogliano parlare, preferendo continuare il loro esercizio manipolatorio che non porterà mai nessun frutto vero a quel mondo che dicono di voler aiutare.

 

 

 

2022 L43: Andrea Graziosi - La grande guerra contadina in URSS - 1918-1933

 


Officina Libraria 2022

I primi quindici anni dell’Unione Sovietica furono dominati da una guerra feroce tra bolscevichi e contadini e nomadi di più nazionalità che avevano dapprima apprezzato il sostegno dei comunisti alla divisione della terra e la loro denuncia dell’imperialismo grande-russo. Il conflitto, in tre atti, si concluse tragicamente tra il 1931 e il 1934 quando Stalin, dopo aver imposto la fame ai kazaki per rifornire le città sovietiche, trasformò le carestie provocate dalle sue politiche in strumenti per sottomettere chi rifiutava la «seconda servitù» imposta alle campagne dalla collettivizzazione. L’Ucraina, già granaio d’Europa, fu uno dei teatri principali di questa guerra e Stalin, che negli anni Venti ne aveva appoggiato la «costruzione nazionale», vi adottò nel 1932 politiche di sterminio dei contadini, ritenuti base del movimento nazionale ucraino, e di liquidazione delle élite politiche e culturali. La «decostruzione» nazionale che ne seguì impose una versione sottomessa e provincializzata di una cultura ucraina la cui esistenza non fu tuttavia negata. Affondano in quel periodo le loro radici tanto il nazionalismo grande-russo di cui Stalin avviò allora una rivitalizzazione poi sanzionata dalla vittoria del 1945, quanto un sentimento di alterità ucraino, che si nutrì del trauma dell’Holodomor. Il libro è composto da un testo su questa guerra, scritto nel 1996 sulla base delle fonti d’archivio resesi disponibili dopo il crollo dell’URSS, e da un’ampia selezione dei bellissimi e terribili rapporti diplomatici italiani sulla grande carestia ucraina del 1932-33, che l’autore pubblicò più di 30 anni fa. Una nuova introduzione dà conto dei recenti sviluppi della ricerca, che ha indagato i legami tra guerra contadina e carestie e insistito sulla natura plurale e differenziata di queste ultime, inserendo il caso sovietico negli studi comparati sulle carestie politiche e i genocidi del XX secolo.

=

Il libro dell'anno!

mercoledì 10 agosto 2022

2022 L42: Deon Meyer - Kobra

 

Points 2015

Paul Anthony Morris, mystérieux client britannique de la guest-house d'un domaine viticole de Fransshoek, a disparu, et ses trois gardes ont été tués. Seul indice: des douilles de cartouches gravées d'une tête de cobra. Dès le début de son enquête, Benny Griessel se heurte à la réticence du consulat et de sa hiérarchie.

Au Cap, le jeune Tyrone Kleinbooi dérobe sous l’œil d’une caméra de surveillance le sac d’une touriste dans la marina du port. Alors qu'ils s'apprêtent à l'interroger, les agents de sécurité sont abattus méthodiquement par un tueur cagoulé qui laisse sur place des douilles gravées d'une tête de cobra.
Tyrone réussit à s’échapper en emportant son butin, mais quand, peu après, sa sœur Nadia est kidnappée, Benny le soupçonne d'être en possession d’un élément crucial.
Le tueur semble être un professionnel surnommé Kobra, mais pour qui travaillerait-il?

==

Il ritmo è veramente infernale e il libro si legge che è un piacere. Non fosse che alla fine si perde per strada alcune altre storie aperte per complicare la lettura, sarebbe stato uno di quelli da Top. 

2022 L41: Donna Leon - En eaux dangereuses

 

Points 2022

Quand le médecin d’un hospice vénitien appelle la police car une patiente en fin de vie souhaite témoigner, le commissaire Brunetti et Claudia Griffoni se rendent aussitôt au chevet de la jeune femme. Ses derniers mots évoquent son défunt mari Vittorio qui selon elle, a été assassiné. Brunetti lui jure de mener l’enquête.

Il découvre alors que Vittorio, qui travaillait pour une compagnie chargée de vérifier la qualité des eaux vénitiennes, est officiellement mort dans un accident de moto. Où se trouve la vérité? Avec l’aide de ses fidèles collègues, Brunetti va petit à petit démêler les fils d’un secret dissimulant une menace pour Venise et toute sa région.
=

Onestamente, questa scrittrice mi sembra parecchio sopravvalutata. In questa storia impariamo che il nostro eroe, Brunetti, non ha granché da fare, va in ufficio quando gli gira e se poi si stanca, se ne torna a casa a leggere pagine di antichi greci. Non avendo di meglio da fare, nemmeno l'altra commissaria, Griffoni, cerca di riempire le giornate e così, felici e beati, quando arriva questa telefonata di una signora in fin di vita che vuol parlare, criticamente, a Brunetti, tutti e due si gettano a capofitto in questa storia. In mezzo ci sono altre piccole storie di cui si perdono le tracce alla fine, dimenticate dalla scrittrice, ma comunque il duo Brunetti-Griffoni risolve il caso brillantemente. Va bene così, avanti il prossimo.

martedì 9 agosto 2022

Tornerà di moda il concetto del carrying capacity?


 

In sintesi, per carrying capacity (capacità di carico) si intende la popolazione massima che un ambiente può sostenere indefinitamente

 

I principali fattori che influenzano la capacità di carico sono:

·      Tasso di consumo delle risorse

·      Tasso di produzione delle risorse

·      Tasso attuale di danneggiamento dell'ambiente

·      Tasso attuale di recupero dell'ambiente

 

L’estate che volge al termine sarà sicuramente ricordata per le tante criticità climatiche che si stanno sommando l’una all’altra, contribuendo, forse, a stimolare i policy makers ad agire in maniera più concreta.

 

In questo scenario, che sembra destinato a diventare “normale” negli anni a venire, è possibile che torni di moda, rivisitandolo, il vecchio concetto di capacità di carico. 

 

Politiche migratorie, di uso del suolo e finanche politiche demografiche, potrebbero trovare nuovi argomenti a partire da questo argomento.

 

L’idea di fondo è che, con la crescente massa di dati a disposizione, nonché le capacità di trattamento degli stessi, si possa arrivare a modellizzare, per un determinato ecosistema, quante siano le potenzialità massime in termini di persone e/o animali. Certo, siamo coscienti, come ce lo ricorda anche la strategia del Ministero dell’Ambiente, che “né la capacità di carico né i carichi critici sono sempre determinabili con precisione; l’azione ambientale deve quindi necessariamente essere improntata al principio precauzionale secondo le linee definite in ambito comunitario.”

Prendiamo il caso dell’acqua, fattore particolarmente critico quest’estate: nel nord del mondo abbiamo assistito a una trasformazione (e semplificazione) dei principali sistemi agrari, verso colture forti consumatrici di acqua per unità di suolo. L’esempio che mi viene in mente è quello del mais, che necessita 1400 litri d’acqua per produrre 1 solo chilo di prodotto. Ci sarebbe anche chi fa peggio, tipo il riso, che ha un fabbisogno di 1900 litri per chilo di prodotto. Ovviamente se ci spostiamo sulle produzioni animali, i valori aumentano ancor di più, per arrivare a valori compresi tra i 25 e i 100mila litri di acqua per un chilo di carne bovina.

 

A livello mondiale la FAO stima che il 70% dell’acqua potabile sia usata dal settore agricolo, quasi il 20% da quello industriale e il resto per il consumo umano (nello specifico italiano la situazione è un po’ diversa: 40% dall’agricoltura).

 

Con le capacità di calcolo attuali, possiamo realizzare delle stime ragionevolmente corrette delle disponibilità idriche di un territorio in condizioni normali o, come è il caso quest’anno, di forte stress idrico. Possiamo poi calcolare in maniera ancor più corretta la quantità d’acqua usata dai principali sistemi produttivi nonché per il consumo umano. A questo punto, contando sulle capacità previsionali dei centri di meteorologia e simili, possiamo iniziare le modellizzazioni che permettano di mantenere, o recuperare, un certo equilibrio per quell’ecosistema. Questo può implicare di dover imporre scelte draconiane nei sistemi produttivi agricoli (numero massimo di capi bovini accettabili per quel territorio, superficie massima per le colture forti consumatrici d’acqua e/o direttive (incentivi) per sostituire questi sistemi con altri a minore impatto (in altre parole, battersi contro l’agrobusiness per favorire le agricolture contadine ecologicamente più sostenibili). Lo stesso si potrebbe dire per il settore industriale, per arrivare anche ai piani regolatori comunali e/o regionali per quanto riguarda la possibile espansione demografica (aree edificabili).

 

In paesi come il nostro, sono facilmente prevedibili critiche e problemi con l’uso di strumenti di questo tipo, soprattutto per le resistenze coalizzate che si opporrebbero a livello sia locale che nazionale a qualsiasi strumento che cerchi di regolare in maniera sostenibile l’uso del suolo presente e futuro.

 

Resta il fatto che alternative non ce ne sono molte, a parte continuare l’eterno sistema delle emergenze, con scelte di ultimo minuto, scoordinate e senza una visione, di conseguenza senza una vera base democratica. Usando un approccio basato sulla capacità di carico, opportunamente tarato e soprattutto integrando modalità di partecipazione della popolazione per quanto riguarda le scelte da fare per il futuro, senza deleghe in bianco alle sole amministrazioni pubbliche, così da coinvolgere per far crescere la partecipazione, la trasparenza e la credibilità delle scelte da operare, forse cominceremo ad uscire dall’ottica emergenziale, cara alle destre ma che oramai ha attecchito anche nelle forze di centro-sinistra.

Organismi nazionali (tipo ISPRA) e sovranazionali (tipo agenzie ONU) potrebbero iniziare a riflettere su questa possibilità, considerando anche le esperienze già fatte nei decenni passati. La base istituzionale in Italia già esiste, come confermato dalla Strategia d’azione ambientale per lo sviluppo sostenibile in Italia del Ministero dell’Ambiente e della Tutela del Territorio: I massimi valori accettabili di deposizione o di concentrazione nell’ambiente di prodotti di scarto dell’attività umana, inquinanti e rifiuti, sono denominati carichi critici e vanno fissati in funzione della tipologia, delle caratteristiche chimiche specifiche e delle proprietà di accumulazione e biodegradazione. Il massimo flusso di risorse estratte e smaltite da un dato ecosistema è la sua capacità di carico (carrying capacity).”