Me atrevo, puedo y lo quiero.
Hace cincuenta años, el 24 de octubre de 1975, comenzó la revolución feminista más importante de la era moderna. Islandia es un país pequeño, pero lo que importa es el símbolo.
Antes de esa fecha, las mujeres de ese país eran tratadas como las de cualquier otro país europeo y del resto del mundo: ¡no contaban para nada! Su trayectoria vital estaba diseñada desde su nacimiento: aprender a hacer todas las tareas del hogar, casarse, tener hijos, cuidar de su marido, hijos y padres, y guardar silencio.
Esa revolución, que comenzó con una huelga general de todas las mujeres del país, obligó a los hombres a comprender la importancia de las mujeres en su vida cotidiana, tanto en el ámbito público como en el privado. Los años siguientes presenciaron un cambio en el statu quo que no solo llevó a las mujeres a ocupar los puestos más altos del Estado, sino también a una creciente conciencia, incluso entre los hombres, de la magnitud del problema.
Hoy, el gobierno de ese país impulsa el séptimo programa de igualdad de género, centrado en cuatro dimensiones clave:
- Educación
- Salud y Cuidado
- Medio Ambiente
- Paz y Seguridad.
Aún existen problemas, pero no cabe duda de que la Islandia de hoy es profundamente diferente, y mejor, a la de antes de 1975 y, sobre todo, de que los próximos pasos serán el resultado de luchas, tanto desde arriba como desde abajo, en las que mujeres e incluso hombres progresistas lucharán juntos.
Lo que importa, como dije al principio, es el símbolo: cambiar las estructuras patriarcales centenarias requerirá tiempo y mucha fuerza, pero es posible.
El grito de batalla de aquel 24 de octubre sigue siendo más relevante que nunca, tanto para las mujeres como para los hombres que aceptan el reto de construir un mundo diferente:
¡Me atrevo, puedo y lo quiero!
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