Este era el título de un artículo publicado en Nigrizia en julio de este año: La crisis alimentaria y el riesgo de una catástrofe mundial - El año pasado 828 millones de personas, casi el 8% de la población mundial, se encontraban en un estado avanzado de desnutrición. El último informe de las Naciones Unidas describe una situación ya desastrosa, destinada a empeorar (https://www.nigrizia.it/notizia/la-crisi-alimentare-e-il-rischio-di-una-catastrofe-globale). La misma alarma fue transmitida en los mismos días por la revista International Affairs: Why the West must act on the food crisis (https://www.affarinternazionali.it/perche-loccidente-deve-agire-sulla-crisi-alimentare/). Por su parte, la revista Natura.com titula: En busca de una salida a la crisis alimentaria mundial (https://rivistanatura. com/buscando-salir-de-la-crisis-alimentaria-mundial/), recordando las palabras del Director General de la FAO con motivo del Día Mundial de la Alimentación 2022, la FAO hizo un llamamiento para "no dejar a nadie atrás" en un momento en el que más personas que nunca corren el riesgo de sufrir niveles graves de hambre: "Ante el riesgo inminente de una crisis alimentaria mundial, debemos confiar en la fuerza de la solidaridad y el impulso colectivo para crear un futuro mejor en el que todo el mundo tenga acceso regular a alimentos nutritivos suficientes."
Concluyo con la advertencia del Secretario General de la ONU de hace una semana: "Vamos camino de una catástrofe alimentaria". Así lo ha denunciado hoy el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su intervención en la sesión del G20 sobre la crisis alimentaria y energética que se celebra en Bali (https://www.agensir.it/quotidiano/2022/11/15/g20-guterres-onu-stiamo-andando-verso-catastrofe-alimentare-e-crisi-energetica/).
Me fui a dormir más tranquilo. Soñé que ahora que todo el mundo se daba cuenta del riesgo, quizá sería el momento de hacer algo. Quizá más allá de las frases retóricas sobre el poder de la solidaridad o el impulso colectivo por un futuro mejor, llegaríamos al fondo de las cosas.
Luego me levanté y me tomé un buen café. Así que me acordé de lo que he estado escribiendo durante años, resumido en el libro La crisi agraria ed eco-genetica spiegata ai non-specialisti, publicado por Meltemi (https://www.meltemieditore.it/catalogo/la-crisi-agraria-ed-eco-genetica/), y también del curso que estoy preparando para colegas de la FAO. En particular, me recordé que la FAO había elaborado el primer estudio sobre la alimentación mundial en 1946 (recuerdo que es el año en que se publicó la primera versión de La geografía del hambre de Josué de Castro, de la que ya he hablado mucho). La conclusión fue que entre la mitad y dos tercios de la población mundial estaba desnutrida antes de la guerra y que la situación había empeorado después de la misma.
Reconociendo que el problema era grave, Occidente decidió implicarse. Luego vino la campaña de la FAO (Libre de Hambre, 1960) y la famosa Revolución Verde. En resumen, podríamos dormir mejor.
Entonces, en 1977, la FAO realizó la cuarta encuesta mundial sobre el estado del hambre y la malnutrición en el mundo, y el panorama general que se desprendía era desolador: entre el 10 y el 15% de los habitantes del planeta estaban desnutridos y el 50% sufría hambre o malnutrición, o ambas cosas.
El Director General de la época, el primero elegido en contra de los intereses estadounidenses, debió leer el libro de De Castro sobre la relación entre la estructura de la tierra y el hambre, por lo que lanzó la primera conferencia mundial sobre la reforma agraria y el desarrollo rural (1979). Nada revolucionario, teniendo en cuenta los intereses en juego, pero por primera vez impulsó con cierta fuerza una de las cuestiones clave, el acceso desigual a la tierra. No salió nada, ya que al año siguiente llegaron los demonios neoliberales, Thatcher y Reagan, que sólo creían en el dios mercado.
Así llegamos a 1992, cuando el primer director general africano de la FAO convocó, junto con la OMS, la primera Conferencia Mundial sobre Nutrición, dedicada exclusivamente a abordar los problemas nutricionales del mundo. En esa conferencia se produjo una oleada de compromisos por parte de muchos gobiernos para eliminar el hambre, la malnutrición y la desnutrición, especialmente entre los niños, las mujeres y los ancianos, y eso fue antes del próximo milenio.
Ahora estamos en 2022, y seguimos ahí con 828 millones de personas hambrientas.
Desde hace años, si no décadas, vengo diciendo que tal vez estas derrotas en serie habrían merecido que nos planteáramos no sólo cambiar de entrenador, sino si la forma de jugar (decidida por el Occidente neoliberal) no merecía un debate más serio. Yo también, como muchos, he esperado durante décadas que los partidos de izquierda, italianos, europeos, latinoamericanos, dieran el paso y comenzaran a estudiar y elaborar una propuesta de visión y acción consecuente. Viendo a dónde hemos llegado en casa, es mejor renunciar a esta gente.
Ya he mencionado que la cuestión de la tierra era una de las variables clave. La otra, que explico detalladamente en el libro, son los precios pagados a los agricultores. Por poner un ejemplo sencillo, recién encontrado en la web, muestro a continuación el índice de precios pagados a los agricultores franceses desde 1959 hasta 2005: hecho 100 el valor del índice para 1990, pasó de un valor de unos 175 en 1959 a menos de 80 en 2005.
Para los interesados, Mazoyer y Roudart (Histoire des agricultures du monde. Du Néolithique à la crise contemporaine) ofrecen una serie histórica mucho más larga, que se remonta hasta el siglo XIX: la tendencia es siempre la misma, una caída progresiva y continua de los precios pagados a los agricultores, categoría que ahora desaparece y ya no interesa a nadie. Basta con leer algunos de los artículos mencionados al principio para darse cuenta de cómo se centra la atención en los pobres urbanos, mientras que sobre la pobreza que se ha creado en el campo, obligando a la gente a marcharse, ir a la ciudad y/o emigrar al extranjero, nadie dice nada.
Así que crisis alimentaria sí, pero no a partir de hoy, y sobre todo crisis alimentaria creada y deseada primero por Occidente y luego por los que han conseguido dar el salto, como los chinos. Nadie paga los productos agrícolas a las campesinas y los campesinos a precios justos y por una prima, y luego se echa mano de la gran distribución (GDO) para hacer el resto.
Tal vez sea mejor que vuelva a dormir, ya que a nadie parece importarle.
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