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A finales de enero de 2010, tuve la oportunidad de retornar a Caracas. El Ministro encargado de tierra estaba todavía convencido que su gobierno implementaba una “revolución” agraria, y nos pidió que yo y otro especialista de política, nos fuéramos a preparar el terreno para algunos estudios que, en su expectativa, debían mostrar lo bueno de esa revolución.
La organización de la logistica se quedó con el Instituto de Tierras (INTI) del gobierno, lo que permitió realizar algunas entrevistas con su Presidente además de visitas de campo en Barquisimeto y Portuguesa. Me llevaron a los asentamientos “Ana Soto”, “La Estancia” y a la empresa socialista de producción “La Productora”.
De todo esto lo que resultó fue lo siguiente: después de la entrada en vigor de la Ley de tierra, hubo un periodo (muy político) de “recuperaciones” de grandes cantidades de tierra (recuerdo que el INTI, heredando las tierras del antiguo IAN, ya era el mayor latifondista del país). Esto duró hasta 2006 más o menos. A partir de allí posiblemente se lanzó una reflexión más profunda (y una desaceleración) de las “recuperaciones” con el fin de analizar más en profundidad “que hacer” con estas tierras. Este punto era clave porque en la primera etapa no se había realmente considerado que, una vez recuperadas las tierras y vueltas al patrimonio del Estado, el problema siguiente era de meterlas en producción de manera rápida y con resultados alentadores, para evitar críticas nacionales e internacionales.
Mientras el gobierno se preocupaba de “recuperar” tierras, el país seguía perdiendo brazos en el campo. La población rural no había cesado de reducirse desde más de un siglo atrás, llegando a ser alrededor del 7% al momento de nuestra misión. Si a esto se le suma que muchos de estos rurales ya no eran campesinos en el sentido pleno de la palabra, la pregunta clave que debían ponerse (y que no hicieron) era para quien están recuperando tierras considerando los pocos campesinos que hay?
Una de las razones del porque cada día menos campesinos querían quedarse en el campo, a pesar de la retórica oficial, me lo explicaron los responsables mismos de las fincas que me llevaron a visitar (fincas, repito, escogidas por parte del INTI, así que podíamos imaginar que no eran las peores).
Las conversas de campo me informaron de los campesinos tenían una preocupación clara con la dimensión económica (costos de producción respeto a los precios recibidos), e que no sabían cómo manejar el tema. Debido a su fe en el proceso revolucionario, entendían que el gobierno quería mantener precios de abastecimientos bajos para las ciudades. Por el otro lado, en cuanto productores que debían vivir de su propia tierra del asentamiento, pagaban los insumos a precios crecientes (hacia precio de mercado pleno), lo que reducía al mínimo (o, mejor dicho, anulaba completamente) sus ganancias. Uno de los responsables llegó a decirme, públicamente, que si el año siguiente el Ministerio no hubiese subido los precios que les pagaban, él se habría ido a la ciudad como hacían todos los demás.
En otro asentamiento “recuperado”, de una superficie agrícola aprovechable inicial de mis de 300 Has, solo una décima parte estaba en producción al momento de la visita. Le pregunté si no se daban cuenta que, de esta manera, le daban argumentos a la oposición, que criticaba estas recuperaciones diciendo que el gobierno llevaba el país al hambre, y nadie supo que contestar. No tenían recursos mecánicos ni manuales (mano de obra), así que esto era lo que podían cultivar con lo que tenían.
En los años siguientes, la respuesta al problema de la falta de mano de obra el gobierno pensó de resolverla dándole grandes extensiones de tierra a empresas de países “hermanos” (de la Alianza Alca y también de otras regiones del mundo como Irán http://www.correodelorinoco.gob.ve/acuerdos-cooperacion-agricultura-buscan-alcanzar-soberania-alimentaria/). Entre tanto, como escribió un sostenido del proceso, no completamente obnubilado por la ideología, los problemas iban creciendo: “la debilidad estructural y operacional que presentó el INTi en sus inicios rinde sus frutos en la actualidad debido a que ha generado un nuevo fenómeno de latifundio, entre la elite política regional en los estados que tienen una alta actividad agrícola. Situación que ha generado una serie de desequilibrios, que pueden atentar contra el proyecto político liderizado por el presidente Hugo Chávez, entre los cuales destacan: a) la conflictividad por la tierra que ha generado una confrontación base a base en el sector campesino como consecuencia de procedimientos administrativos no acorde a la visión socialista; b) la construcción de estrategias de conflictos orientadas a promover invasiones de predios productivos; c) la práctica de procedimientos en predios con ocupación histórica irrespetando el derecho consagrado en la LTDA referido a la permanencia y generando conflictos con actores externos (cooperativas); d) la persistencia del asistencialismo(3) en los proyectos institucionales del INTi que impiden el desarrollo del potencial humano de esa minoría campesina y e) la falta de alineación política del nivel central con las oficinas regionales de tierras originando mala praxis e intereses particulares en los funcionarios.” http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1515-59942010000100014
Estas fueron las bases, y los resultados están allí para cada observador atento de la realidad económica, más allá de los eslogan del gobierno y de una cierta izquierda internacional que pretende defender “el pueblo” defendiendo Maduro y sus acólitos.
Es una pena que no se tome el tiempo de analizar antes de hablar. Como lo expliqué en los post anteriores, fue evidente la racionalidad ideológica detrás de la politica agraria: eliminar el grupo de empresarios, en particular en la zona del Lago, esencialmente porque eran enemigos de la revolución, sin haber una idea ni de la demanda histórica de tierra, ni de los problemas institucionales acabados por el IAN y que el INTI heredo sin resolverlos, ni de la imposibilidad de hacer cuadrar precios impuestos (y bajos) a los productores, con precios internacionales (alto) de insumos. A esto se le suma la idea de imponer las producciones “necesarias” al país, reduciendo a nada la libertad de los productores de decidir en función de las calidades de las tierras. Que hubiesen problemas era evidente desde antes, y eran grandes, sin embargo la improvisación politica, la inconsistencia de las medidas tomadas y una falta de conocimiento del campo, lograron una baja de la producción que hoy en dia se le carga al “embargo” y a los “enemigos” del interior y/o internacionales.
Recordé antes que un intelectual de la izquierda agraria venezolana fue convidado a la reunión preparatoria final en Brasilia en vista de la Conferencia internacional de reforma agraria que organizamos en Porto Alegre. El gobierno de Lula quería mostrar su complacencia hacia los movimientos campesinos, y darle también una exposición (y apoyo) internacional. Como ocurre en muchos casos, los organizadores les pidieron a los amigos de los amigos, y así resultò que la persona convidada era cierto venezolana, y de izquierda, sin embargo no era un ideologo chavista, sino un conocido especialista. Fue así que cuando explica, en 2005, que en Venezuela no había seguridad alimentaria porque los mismos datos del gobierno apuntaban a una crisis creciente, nadie en la sala, organizadores del gobierno y/o movimientos sociales locales, supieron que decir. Fue un silencio “imbarazzante” como diríamos nosotros. Cuando volví en 2010 me mostraron algunas estadísticas interna, que decían como el grado de autoabastecimiento interno había bajado al 7%. O sea, el país importaba el 93% de sus productos alimenticios. La estadística no fue nunca publicada, lo que quedo fue la guerra de cifras entre gobierno y oposición, y una realidad de hambre creciente.
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