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sabato 12 marzo 2022

Chile: 11 de marzo de 2022: una gota de esperanza

 

Ayer, el Presidente electo Gabriel Boric inició oficialmente su mandato como Jefe de Estado de Chile. Es un momento histórico especialmente importante, y esa señal del fin del mundo tiene su importancia en este momento en que los ojos de todos se vuelven hacia Oriente.

 

Chile ha dado muestras de solidez democrática, con una alternancia de gobiernos de distinto color desde hace más de 30 años, lo que haría pensar que la trágica experiencia del régimen militar de Pinochet es cosa del pasado. Pero no es así: la democracia, en su pleno sentido, es todavía muy frágil en Chile. Un desarrollo económico impulsado por las exportaciones, sobre todo de materias primas, ha contribuido a aumentar el nivel medio de renta per cápita, confirmando, sin embargo, lo que siempre hemos pensado de las estadísticas: parecen mostrarlo todo, pero ocultan lo esencial. Durante estas décadas, a lomos de un modelo económico ultraliberal impuesto por la escuela de Chicago de Milton Friedman y que ningún gobierno democrático ha conseguido cambiar desde la base, las desigualdades han crecido de forma desmesurada, convirtiendo a Chile en el país más dividido de América Latina.

 

Finalmente, estallaron las revueltas: contra el sistema educativo privatizado, contra el sistema de salud que va en la misma dirección (excelentes servicios privados para los ricos y malos servicios en la red pública para los que no tienen recursos), contra el sistema de pensiones, totalmente privatizado desde la época de Pinochet y obviamente a favor de las clases pudientes, y sobre todo contra el no reconocimiento de los derechos ancestrales de los pueblos fundadores de Chile. Desde 2019, el país ha sido un laboratorio único en el mundo, y de esas luchas democráticas, a pesar de una narrativa de la derecha que quería presentarlas como luchas de terroristas, ha surgido una Asamblea Constituyente que para este verano presentará una propuesta de nueva Constitución que será sometida a referéndum. A partir de ese movimiento, Gabriel Boric y sus acompañantes llegaron al poder.

 

En su primer discurso, recordó con acierto la figura histórica de Salvador Allende, el presidente elegido democráticamente contra el que los Estados Unidos del todavía vigente Kissinger organizaron una guerra de guerrillas fatal. La toma del poder por parte de los militares permitió organizar el saqueo de los recursos naturales, hacer más evidente el racismo contra los "indios" y encarcelar (o matar) cualquier intento de oposición, ya sea democrática o armada.

 

Ahora llega al poder una fuerza múltiple, diferente en color, género y sangre, que quiere reiniciar desde el diseño democrático de Allende. Boric y su gobierno tendrán una agenda muy complicada, dada la resistencia de una clase de oligarcas bien conectados con los poderes económicos y financieros internacionales, tendrán que enfrentarse a la pérdida total de confianza de las instituciones chilenas (civiles y militares) ante el pueblo mapuche, tratado como una banda de terroristas, tendrán que enfrentarse al nuevo problema para Chile de la inmigración masiva, procedente de países como Haití para los que, una vez más, el color de la piel es susceptible de discriminar.

 

Pero esta difícil experiencia se llevará a cabo con espíritu democrático, en nombre de los valores que Occidente dice querer defender en Ucrania frente a Putin. Será interesante ver si esta vez los americanos, en lugar de organizar una guerra de guerrillas como hicieron con Allende, abren sus puertas, facilitando el comercio, el turismo, la cultura y todo tipo de intercambios con un gobierno democrático que no les gusta porque hay "comunistas". Será la prueba de fuego para entender cuán serios somos los europeos: defender los valores democráticos en Ucrania también significa dar un fuerte apoyo a un gobierno diferente y multifacético como el de Chile hoy.

 

Por eso luchamos en Ucrania, para que un pueblo pueda elegir su futuro, ya sea allí o en otro lugar. Pero luego hay que demostrarlo concretamente, y Chile puede ser un buen punto de partida. Hay muchos otros que están esperando estas señales de Occidente, pero mientras tanto podemos partir de un país que no es divisivo, un país amigo que a todos nos interesa que gane el desafío contra la desigualdad, ya sea de género, económica, étnica o lo que sea. 

 

¡Viva Chile, Chile vive!

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