De vacaciones en Chile, tengo un poquito de tiempo para leer y encontrar viejos amigos, hablar de nuestros caminos profesionales, los temas que hemos llevado adelante, las dificultades y los avances. Mientras que continuo estimulando mi amigo a tomarse un tiempo para escribir sus reflexiones sobre lo que ha pasado en el campo chileno en estos últimos 30 años, lo que se esperaba al final de los ochenta, lo que lograron hacer y lo que queda por hacer, por mi parte he empezado a contar mi historia transcurrida, por lo esencial, a dar batallas dentro de la FAO para empujar una serie de temas que los “de arriba” o no veían o no querían ver.
Siempre agradecí y sigo haciéndolo ahora, a mi viejo profesor Marcel Mazoyer para haberme dado las herramientas de pensamiento sistemico relativamente a los temas agrarios, lo que permitió entrar a trabajar en FAO con una base bien solida.
Relativamente a los años de trabajo en America latina, dos son los temas sobre los cuales he trabajado, por suerte tanto en lo concreto de terreno como en lo político-institucional. Por un lado el tema de la reforma agraria y por el otro el tema de la agricultura familiar. Hoy vuelvo a retomar este segundo tema para explicar mas las vinculaciones con el primero.
Como los especialistas del tema deberían conocer, la cuestión de la agricultura familiar (también conocida como pequeña agricultura, “petite paysannerie” (en Francia), “coltivatore diretto” (en Italia) había sido discutida politicamente dentro de los partidos de la izquierda social democratica europeas desde el final del siglo XIX. En otros posts ya conté un poco de estos debates que acabaron con el resultado de una separación histórica entre estos dos mundos, la izquierda y la agricultura familiar. Tanto es que cuando De Gasperi promovió la ley de reforma agraria en la Italia del pos-guerra, con el proposito de crear mas “coltivatori diretti”, el Partido Comunista Italiano votò en contra de la ley.
De manera general, las incomprensiones entre estos dos mundos llevaron a que los partidos de centros, demócrata cristianos o similares, se ganaran lo esencial del apoyo y de los votos de este sector productivo y esto para décadas.
Cuando empecé mis trabajos con FAO, en la oficina regional de Chile, la tarea que nos dimos, juntos con un grupo de amigos de varias ONGs, a la cual se sumaron sucesivamente varias universidades latinoamericanas, fue de transformar los conceptos sistemáticos de Mazoyer en herramientas prácticas para los que trabajaban en proyectos de campo dentro de estas organizaciones. Siendo su grupo meta en general el mundo de la agricultura campesina, fue obvio que este representó nuestro observatorio principal.
Vimos así que habían ciertas limitaciones en la comprensión global de lo que una familia de agricultores campesinos hacían para su territorio y para su propia finca. Esto iba más allá de lo productivo, pero aquella no era epoca de temas como los servicios ecosistemicos, la visión territorial (o de paisajes como le gusta a los anglófonos). Dominaba una idea del desarrollo entendido como producir más y más (y en eso la FAO hacia su parte: recuerdo como fuera hoy los pasillos de la sede central donde dominaban las fotos del Día de la Alimentación de 1982 con el eslogan de Producir Más, mantra religioso que definía el perimetro intelectual de nuestra organización).
Mirandolo como “campesinos” se los identificabas como “pobres”, y allí se entraba en discusiones estériles sobre el tratamiento social a la pobreza (que muchos apoyaban) y eliminando toda vertiente económico - protagónica. O sea, por no ser actores importantes para el desarrollo (obviamente económico) de un país, no había necesidad de políticas o programas de apoyo decidido a este sector. Solo le cabía a los sectores sociales de los gobiernos que, en esos años, eran como ministerios de segunda categoria.
Fue así que cuando fui contratado por el servicio de la reforma agraria en Roma, pude darme cuenta que efectivamente este problema era igual en los paìses del ex bloque sovietico que se estaba frantumando. Nadie los consideraba como realmente relevante: lo que dominaba el debate era la necesidad de crear empresas agrícolas eficientes economicamente, lo que implicaba un tamaño adecuado que no podía ser del mundo “campesino”.
Los trabajos que estábamos apoyando en Brasil en esa epoca, (1992 en adelante) partían del tema de la reforma agraria y de como mejorar el diseño de los nuevos asentamientos por parte de los técnicos de las instituciones responsables. Fueron suficientes una tantas vueltas al campo para darse cuenta que el mundo de la reforma agraria (y de sus instituciones madres, el INCRA - federal y los Institutos de Tierras a nivel estatal) no se hablaban en absoluto con el mundo de los pequeños agricultores (la palabra agricultura familiar prácticamente no existía).
Por eso que nuestras primeras sugerencias fueron que, en lugar de dibujar asentamientos teóricos, con sistemas de producción pensados en las oficinas, mas valía basarse en el entorno existente, de manera a utilizar el savoir-faire histórico de estos productores que vivían en esas tierras cercanas a los futuros asentamientos, desde muchos años, conocían los mercados y todo lo demás.
La dinamica interna a nuestro grupo de trabajo, a partir del jefe de proyecto local Carlos Guanziroli y varios especialistas, universitarios y non, nos llevó a ir lejos. Las experiencias que yo les contaba de Europa, las discusiones sobre la ausencia total de un interés politico para este tema, nos hizo pensar en una estrategia que pasaba primero por la cuantificación de este mundo desconocido, segundo de caracterizarlo en sus dimensiones geográficas y productivas y tercero de montar un lobbying politico para que se le diera visibilidad a nivel nacional.
El resultado, para hacerla breve, fue que en pocos años logramos implantar el tema de la agricultura familiar como programa nacional (el PRONAF de 1996 bajo la presidencia de FH Cardoso) y dentro del debate académico brasileño y de los temas países de la región.
Esto pudiera haber sido un gran logro de la organización para la cual yo trabajaba, la FAO, sin embargo es correcto decir que no fue así. El nuevo director que fue nombrado cuando la División de Reforma Agraria pasò a llamarse de Desarrollo Rural, al conocer los detalles del trabajo que yo y el equipo en Brasil estábamos llevando adelante, en lugar de apoyarlo hizo exactamente lo contrario. Dos veces el ministro extraordinario para el tema tierra, de paso por FAO en Roma, vino a repetirle al director cuanto este trabajo fuese apreciado en el Pais y por eso sugería de “dejarme trabajar” en lugar de crear problemas a cada minuto.
Que este director, una vez salido de FAO, vaya repitiendo en varios foros de la importancia de la agricultura familiar, https://rimisp.org/noticia/indispensable-fortalecer-la-agricultura-familiar-para-enfrentar-la-pobreza-gustavo-gordillo/, me parece bien si esto es una señal de arrepentimiento de las visiones pasadas. Y sin embargo no es el unico que cambiò su chaqueta una vez que el tema empezó a “volar” alto a nivel politico mundial.
Yo tuve problemas con ambos, mas aún cuando el nuevo Presidente de la Repubblica de Paraguay de la epoca (Fernando Lugo), pidió a la FAO que fuera yo a darle asesoría tecnica sobre el tema agrario y, una vez mas, tratamos de convencer a él y a su gobierno, que la mejor entrada habría sido a través de un posicionamiento fuerte entorno al tema de la agricultura familiar. Mi viejo amigo Valter Bianchini, quien fue el primer Secretario de la Agricultura Familiar de la epoca Lula) vino también de misión a Paraguay para explicarle más en detalles todos los trastornos políticos además de los varios programas que componían el PRONAF, pero desafortunadamente, todo esto no fue suficiente para convencer Lugo de moverse más rapido. Lo único cierto es que mi organización, en particular la oficina regional en Chile, no hizo absolutamente nada para ayudar, y mi nombre fue “vetado” en la región.
Que en 2014 FAO haya acompañado el movimiento originado por unas ONG españolas para lo que fue the International Year of Family Farming, me hizo reír amargo como decimos nosotros.
Muchos fueron los que quisieron meterle su gorro al tema, inventándose una trayectoria histórica que nunca tuvieron. Más una vez fue Valter que, en 2016, al presentar en la FAO de Roma su libro sobre los 20 años del PRONAF, quizo recordar, a los que querían escuchar, que habían otros nombres entre los que estuvieron conceptualizando y preparando el tema al comienzo.
Es así la vida. El problema es que estos tipos de comportamientos conllevan una destrucción progresiva y sistematica de credibilidad hacia esas mismas personas. Como podemos creer a su desencantado apoyo si cuando estuvieron en posiciones de mando, hicieron o dijeron lo contrario?
La ocasión perdida de 2014 no va ayudar en nada en la ahora declarada decada de la agricultura familiar (http://www.familyfarmingcampaign.net/es/noticias/2017/12/adoptado-oficialmente-el-decenio-para-la-agricultura-familiar-2019-2028-por-la-asamblea-general-de-las-naciones-unidas). A pesar de las declaraciones satisfactorias de los organizadores de la campaña, no solo no ha sido posible ponerse de acuerdo sobre el concepto de agricultura familiar, que sigue siendo nombrado de manera distinta en varios idiomas, a confirmación de interpretaciones políticas diferentes, pero sobre todo no ha sido lanzada ninguna discusión seria dentro la FAO sobre el sentido político de esta operación.
Para nosotros, cuando “inventamos” el concepto en Brasil, la idea era muy clara: se trataba de leer las relaciones de fuerzas existentes en el país, que no estaban a favor de ningún cambio estructural del agro nacional. Si queríamos darle una chance al tema mayor de la reforma agraria, había que definir su perimetro inicial y final: allí venia el tema de la AF. Un proceso de reforma debía crear condiciones para que los agricultores familiares que salían del proceso reformista tuviesen posibilidades de mantenerse e ir creciendo dentro de dinámicas económicas definidas por el mercado.
De esta manera el tema de la AF no era solo un programa “ad-hoc” para los millones de agricultores que ya existían y que no recibían ningún apoyo politico, sino pretendía ir más allá de eso, y darle un respiro hondo al tema de la reforma agraria que seguía siendo un proceso que de una manera u otra empezaba, pero nunca acababa por no haber clareza de ideas ni de intenciones por parte de los actores principales. Los movimientos de los sin tierra no tenían interés que el proceso de reforma agraria terminara, con asentamientos que, en la terminologia de la epoca, se habrían “emancipados”. Esto porque habrían perdido su papel de tutores de estos territorios y de la plata que iba con eso. Por parte de la institución publica tampoco no había (casi) nadie interesándose al tema (a parte un amigo pernambucano que pasó un tiempo a cargo del programa Lumiar y con quien fue posible, por primera vez, discutir de criterios e indicadores objetivos para la “emancipación”.
Nosotros considerábamos que abrir el tema de la AF era politicamente útil porque, históricamente, se trataba de un sector productivo de incierto control politico, con varios partidos de centro y/o moderados que estaban a favor de ellos. Pensábamos en términos de posible alianza politica entre los sectores más de izquierda favorables a la reforma agraria y otros más moderados que apoyaban el tema de la AF. Se venia dibujando así una estrategia gana-gana donde al ayudar a instalar el tema de la AF se podía darle fuerza a la RA.
Estas posiciones la presentamos a nivel mundial en la Conferencia Internacional sobre Desarrollo Rural y Reforma Agraria (ICARRD) que celebramos en Porto Alegre en 2006. Entre los documentos de base, más de uno apuntaba a estaba vision integradora y mutualmente cooperadora entre estos temas, dentro de lo que llamamos una visión concertada y negociada del desarrollo territorial.
Fue una pena que los avances de la ICARRD, que recibieron por fin el apoyo publico de La Vía Campesina (con el MST como socio principal), no hayan podido ser implementados debido a la resistencia de los paises del norte (Unión Europea en primis). Lo cierto es que dentro de FAO logramos avanzar hasta esta conferencia a pesar de las resistencias cruzadas en los años anteriores tanto de estos personeros de la izquierda latinoamericana como de intereses anglófonos pro-banco mundial que no veían absolutamente de buen ojo el tema matriz de la reforma agraria. Para eso hay que agradecer públicamente el director general de la epoca, Jacques Diouf, y nuestro director de división Parviz Koohafkan.
Es por eso que lo que salió después de la cupola FAO ha sido algo limitado, un abordaje sectorial al tema de la AF que está totalmente desvinculado de las discusiones a nivel mundial (fuera de América latina con el tema del desarrollo territorial).
El tema de la AF recibió, y sigue recibiendo, fuertes críticas por parte de sectores marxistas latinoamericanos. Yo diría que es normal, como cualquier otro intento pragmático de ir adelante en el mundo real y no en el de los sueños. Lo que da pena es que, al no haber recibido ningún apoyo dentro de FAO cuando eso era necesario, por parte de responsables bien conocidos por los amigos que me leen, no fue posible evitar que mismo en Brasil el tema de la AF terminara desvinculado de la RA. Bianchini logrò importantes avances en materia de vincular la agricultura familiar con el programa de educación rural, a través del programa ATER, pero no fue suficiente para darle más auge al tema de la reforma agraria que fue abandonado progresivamente por los gobiernos brasileños y ademas países de la región (http://www.fao.org/nr/tenure/land-tenure-journal/index.php/LTJ/article/viewFile/22/69).
Hoy en día si realmente queremos luchar contra la pobreza, hay que tener un horizonte sistemico más amplio. Los temas de la AF y de la RA no son suficientes y por eso estuvimos sugiriendo desde la ICARRD la necesidad de conocer y aprender a dialogar con los demás actores (públicos y privados) que hacen y deshacen los territorios, para ampliar el conocimiento tanto a nivel horizontal sobre quien quiere acceso a esos recursos (tierra, agua, recursos genéticos, aire, etc.) como pensando en profundizar un conocimiento vertical, a lo largo de toda la cadena productiva. También debemos repensar la prioridad economista que se le da en general a este debate, para ampliarlo a nivel eco-sistemico y cultural. Países diferentes tuvieron, tienen y tendrán experiencias distintas, sin embargo alguien debe promover una reflexión madura sobre estos distintos aspectos para alimentar enseguida la transformación en políticas y programas nacionales y locales. Esto es algo que FAO podría y debería hacer a mi juicio. De una discusión de este tipo pueden surgir, enseguida, reflexiones sobre el tema de las políticas y de la instituciónalidad necesaria, y no al revés.
El tema de la AF, sobre todo ahora que se acerca el decenio aprobado por las naciones unidas, necesita un esfuerzo intelectual mayor de lo que ha sido hasta ahora y, diría yo, necesita otras cabezas “pensante” para poder construir sobre las bases que pusimos mas de veinte años atrás.
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