Ele já foi preso pelo regime militar brasileiro, ajudou a fundar a CUT, foi um dos criadores da Teoria da Libertação, é militante de movimentos pastorais e sociais, publicou 52 livros e ganhou prêmios como o Intelectual do Ano, em 1985, o Juca Pato, e dois Jabutis (1985 e 2005). Recentemente Frei Betto também exerceu o cargo de assessor especial da Presidência da República e foi coordenador da Mobilização Social do Programa Fome Zero. Habituado a circular pelas esferas do poder, resolveu agora reunir suas observações e reflexões, para rememorar o processo social que levou Lula à presidência em 2002. A mosca azul é o resultado da reunião deste material. Narrado na primeira pessoa e mesclando a trajetória pessoal do autor à militância, trata-se de um livro essencial para quem quer aprofundar ainda mais a compreensão do atual momento político vivido pelo país.
Frei Betto: La mosca azul
El poder intriga. Lo ejercí pocas veces: dirigente estudiantil, jefe de redacción. Más reciente, en 2003 y 2004, asesor especial del presidente de la República, con derecho a gabinete en Palacio de Planalto y una infraestructura nada despreciable: secretarias, móvil, viajes aéreos, vivienda, coche con conductor, todo pagado por el contribuyente.Mucho aprendí. Algunas lecciones traigo de la cuna. Mi abuelo y mi padre también sirvieron en palacios de gobierno. La persona revestida de poder –cualquiera que sea: síndico o gerente, policial o político- debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que acontece en general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder de ampliar nuestro poder. Así, sobre los subalternos cae nuestro otro lado perverso que tanto esmeramos en esconder a los ojos de nuestros pares y superiores. Sin embargo, caballo indomado, si no somos contenidos por las riendas de la buena educación, ¡ay de los subalternos! Quien está por encima tiene el poder de amonestarlos, censurarlos, castigarlos y despedirlos. Como no nos amenazan, dejamos desbordar el demonio que llevamos dentro. Irrazonables, elevamos la voz, humillamos, insultamos, reprendemos, y por poco no llegamos a descargar sopapos a la víctima.Dé a la persona una tajada de poder y sabrá quien de hecho ella es. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas. Hace que se revelen. Es como el artista a quien faltaban pincel, tintas y tela, o el asesino que, finalmente, dispone de arma. El poder sube a la cabeza cuando ya se encontraba destilado, en reposo, en el corazón. Como el alcohol, embriaga y, a veces, hace delirar, excita la agresividad, derrumba escrúpulos. Una vez invertida de la función o cargo, título o prebenda, la persona se cree superior y no admite que subalternos contraríen su voluntad, sus opiniones, sus ideas y sus caprichos.
El poder intriga. Lo ejercí pocas veces: dirigente estudiantil, jefe de redacción. Más reciente, en 2003 y 2004, asesor especial del presidente de la República, con derecho a gabinete en Palacio de Planalto y una infraestructura nada despreciable: secretarias, móvil, viajes aéreos, vivienda, coche con conductor, todo pagado por el contribuyente.Mucho aprendí. Algunas lecciones traigo de la cuna. Mi abuelo y mi padre también sirvieron en palacios de gobierno. La persona revestida de poder –cualquiera que sea: síndico o gerente, policial o político- debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que acontece en general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder de ampliar nuestro poder. Así, sobre los subalternos cae nuestro otro lado perverso que tanto esmeramos en esconder a los ojos de nuestros pares y superiores. Sin embargo, caballo indomado, si no somos contenidos por las riendas de la buena educación, ¡ay de los subalternos! Quien está por encima tiene el poder de amonestarlos, censurarlos, castigarlos y despedirlos. Como no nos amenazan, dejamos desbordar el demonio que llevamos dentro. Irrazonables, elevamos la voz, humillamos, insultamos, reprendemos, y por poco no llegamos a descargar sopapos a la víctima.Dé a la persona una tajada de poder y sabrá quien de hecho ella es. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas. Hace que se revelen. Es como el artista a quien faltaban pincel, tintas y tela, o el asesino que, finalmente, dispone de arma. El poder sube a la cabeza cuando ya se encontraba destilado, en reposo, en el corazón. Como el alcohol, embriaga y, a veces, hace delirar, excita la agresividad, derrumba escrúpulos. Una vez invertida de la función o cargo, título o prebenda, la persona se cree superior y no admite que subalternos contraríen su voluntad, sus opiniones, sus ideas y sus caprichos.
boa sugestão, Paolo. Abraço! Renata (do Rio)
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