Desde hace algún tiempo, me ocupo de los temas relacionados con los recursos naturales y la forma en que la humanidad los considera: los que tratan de utilizarlos con moderación pensando en las generaciones futuras, preocupándose por su mantenimiento y diversidad, y los que, en cambio, los consideran una mercancía gratuita de la que hay que apropiarse por las buenas o por las malas y en el menor espacio de tiempo, para obtener beneficios económicos y financieros.
En 2016 publicamos, como FAO, una propuesta metodológica que, partiendo del trabajo (intelectual y práctico) iniciado muchos años antes, pretendía dar más espacio a la dimensión ambiental-ecológica dentro de la propuesta de enfoque territorial basado en el diálogo-negociación y la concertación. En ese año también salió la Encíclica Laudato Sì, y me pareció justo mencionarla, para mostrar cómo confluían los caminos, por un lado un (pequeño) grupo de personas articuladas (pero no limitadas) en torno a la FAO, y por otro una parte del mundo católico (digo parte porque el Papa no es un duce que pueda imponer su voluntad ni siquiera a la Curia Romana, y mucho menos al abigarrado mundo que gira en torno al Vaticano) que, partiendo de instancias religiosas, siguió un camino similar.
A raíz de estas pruebas, también intentamos establecer contactos entre estos dos mundos, pero hasta ahora los resultados no han sido concluyentes.
Mientras tanto, he seguido profundizando en mi lectura sobre el tema que me parece cada vez más central para el futuro de la humanidad, sin cuya resolución no creo que las tan proclamadas agendas o acuerdos internacionales contra el cambio climático, la lucha contra el terrorismo o similares, tengan la más mínima posibilidad de éxito. Me refiero a la cuestión del desequilibrio de género, que surgió mucho antes de la llegada del capitalismo, y que podemos traducir con una palabra que ahora todo el mundo entiende: patriarcado.
Desde mi punto de vista, esta reflexión está ausente en la conceptualización de la ecología integral de Laudato Sì, probablemente porque las resistencias internas de la Iglesia, apoyadas en parte por el propio Papa, impiden su aparición. Personalmente, no creo que la visión de una nueva relación entre el Hombre y la Naturaleza, ya no de dominación, sino de respeto y aceptación, sea posible sin equilibrar primero las relaciones de género, tan asimétricas como nunca antes en la historia, a pesar de los progresos realizados en algunos países, compensados en gran medida por los retrocesos que vemos a diario en muchos otros.
He tratado de animar a los amigos de una asociación francesa de la que soy miembro a que piensen en esta línea, centrándose en cuestiones de gobernanza de los recursos naturales. Los resultados hasta ahora han sido prácticamente nulos. Hice lo mismo en el marco del Foro sobre las Luchas de la Tierra (https://strugglesforlandforum.net) en el que, a fuerza de insistir, conseguí que se incluyera un debate sobre la cuestión de los derechos de las mujeres a la tierra (menos de lo que quería, pero al menos podría ser un punto de partida). La reunión se celebró, pero la resistencia de las organizaciones de agricultores a discutir este asunto, al margen de las repetidas consignas, echó por tierra mis esperanzas.
Hace poco me uní a otra asociación, una italiana, que lucha precisamente por el principio de la ecología integral refiriéndose a la Encíclica. Espero poder abrir esta discusión con ellos, que mientras tanto, y de manera más personal, mantengo abierta con un joven colega filósofo del sur de Brasil.
Buscando en internet se encuentran muchos documentos, entre ellos uno sorprendente firmado por el cardenal Antonio Cañizares que, en un artículo aparecido en un periódico boliviano en 2018 (y también publicado en su blog: https://fpablovi.org/articulos-ecologia/547-ecologia-integral - así escribe:
"Quisiera hacer una observación específica, que también se encuentra en la encíclica, sobre el tema del aborto, que es incompatible con una ecología integral. También debo añadir que, sin mencionar explícitamente la ideología de género, toda la enseñanza del Papa Francisco sobre la ecología integral la destruye por completo y la deja sin argumento para la razón: la ideología de género es completamente contradictoria con la ecología en general, y más aún con una ecología integral; es urgente superar esta ideología si queremos salvar el planeta, el hombre mismo."
Evidentemente, me pregunto qué camino quiere tomar la Iglesia católica, ¿hacia el futuro o hacia un pasado medieval?
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